Por Mauricio Sulaimán / Hijo de José Sulaimán / Presidente del WBC
Incontables ocasiones escuché a mi papá empezar el relato de su vida con esta frase. Y así es como todo inició: un hombre libanés y una mujer siria, que llegaron a México cuando el destino los hizo tomar un barco equivocado, ya que pretendían llegar a Boston, pero arribaron al puerto de Veracruz. Así nació en este país José Sulaimán Chagnón, hijo de Elías y Wasila.
El 30 de mayo, mi papá hubiera cumplido 90 años de vida, y es por ello que decidí dedicarle la columna del día de hoy.
Nació y creció en la provincia de México, principalmente en Ciudad Victoria, Tamaulipas, y Ciudad Valles, San Luis Potosí.
Fue un niño inquieto, pero penoso y retraído, aunque siempre visionario y soñador. Sus mejores amigos eran boxeadores, y fue así como llegó la pasión del deporte de su vida, al experimentar desde corta edad todo lo que el boxeo significa, y le abrió los ojos a entender el abuso tan bárbaro que los peleadores sufrían en todos los aspectos posibles; así formó sus ideales que, ya de grande, lo llevaron a revolucionar y humanizar el boxeo mundial.
El beisbol fue su gran pasión. Era un maravilloso pelotero, con gran velocidad en la loma; hasta lo apodaban el Bob Feller Huasteco, con poder al bat y mucha garra, luchando siempre por ganar. Lanzó un juego perfecto y cinco sin hit ni carrera. Fue firmado por los desaparecidos Bravos de Boston, para jugar en Ligas Mayores, pero una barrida en home acabó con su carrera, al fracturarse tibia y peroné.
Otra de sus pasiones fue la fotografía. Tomó cursos por correspondencia y nos ponía a toda la familia como modelos para mandar sus prácticas a la academia Nikon.
Don José logró capturar momentos mágicos con su cámara alrededor del mundo, y su definición de lo que es la fotografía es la siguiente: “Un momento en la vida que jamás regresará”.
Estudió administración de empresas y constantemente cursaba especialidades, siempre buscando cultivarse y seguir aprendiendo; un trabajador incansable, quien incluso nos dijo: “Nada en la vida es imposible, esa palabra no existe; hay algunas cosas que toman más tiempo, pero nada es imposible”.
Encontró al amor de su vida, a mi querida mamá, Martha Saldívar, la mejor madre que puede existir. Ella tenía novio cuando la conoció; y le dijo: “Córtalo”; mi mamá le contestó: “Él vive en el DF, dame 15 días para pensarlo”. Se siguieron viendo, y a la fecha señalada, mi mamá le dijo: “Bueno, pues ya pasaron 15 días”, y mi papá le respondió: “¿Y qué? Ya somos novios”, y le dio el primer beso… Así nacimos seis hijos y 14 nietos, formando una familia unida, honorable, basada en principios y valores inquebrantables que durante toda la vida nos inculcaron y aún mi mamá nos exige.
Ya con tres hijos, y el cuarto en camino, el destino lo llevó a la Ciudad de México para abrir operaciones de una empresa norteamericana: Controles Gráficos. Esa fue otra de sus grandes pasiones, se dedicó en cuerpo y alma a lograr una fábrica exitosa que eventualmente adquirió en su totalidad en 1990.
En 1968, se integró al Consejo Mundial de Boxeo, para servir como apoyo en diversos comités. Introdujo las clasificaciones mundiales, llevaba los casos legales y eventualmente fue nombrado secretario general del organismo, bajo el liderazgo del entonces presidente, el profesor Ramón G. Velázquez.
En 1975 viajó a Túnez, en África del norte, a la convención donde, para su sorpresa, fue electo presidente, cargo que tuvo hasta su último suspiro, el 16 de enero de 2014.
El beisbol fue la gran pasión de Don José Sulaimán; como pitcher lanzó un juego perfecto y además logró cinco duelos sin hit ni carrera.
¿SABÍAS QUE…?
Sus equipos favoritos fueron Cruz Azul, Dallas Cowboys y Dodgers (por Fernando Valenzuela).
Sus platillos predilectos eran migas con huevo (hechas en casa por Doña Martha), y los huevos divorciados de Sanborns; sus postres favoritos: la tarta de manzana, del Hotel Intercontinental de París, y el helado de fresa.
Sus valores fueron la lealtad y la justicia, y siempre proclamó y buscó la unidad entre todos.
ANÉCDOTA DE HOY
Aun siendo director general de Controles Gráficos y presidente del Consejo Mundial de Boxeo, se daba tiempo para ser el mánager de los equipos de beisbol de nosotros en la Liga Lindavista. Era un entrenador muy exigente y perder no era opción; se tenía que salir a ganar.
El nivel de beisbol en ligas pequeñas era altísimo; la Olmeca, Maya, Tolteca, Petrolera, Mexica, Anáhuac, entre otras, generaban que los torneos anuales distritales fueran de gran expectativa.
Uno de los momentos más felices en la vida de Don José fue aquel día cuando, en la última entrada, con Lindavista perdiendo 5-2 ante Tolteca, y enfrentando al mejor pitcher del torneo, mi hermano Héctor conectó un homerun, dándole el triunfo y el pase a la gran final.
Mi papá le escribió una carta muy emotiva al Güero, como se le conoce a Héctor, la cual lee cuando necesita motivación especial en algún tema de la vida.